La gente que visitaba a un pintoresco pueblo de montaña a menudo se sorprendía del cateto local. Cuando se le ofreció elegir entre una brillante moneda de 50 centavos y un arrugado billete de cinco dólares, siempre eligió la moneda, aunque cuesta diez veces menos que el billete. ¿Por qué nunca eligió el billete?
El cateto no lo era: se dio cuenta de que mientras eligiera la moneda de 50 centavos, la gente le ofrecería una opción, y si eligiera el billete de cinco dólares, las ofertas se cesarían y no recibiría nada.